lunes, 22 de enero de 2018

Mi yo de vacaciones

El otro día descubrí, con horror, qué era lo que me estaba pasando: estaba ABURRIDA. Me costó identificarlo porque hacía tanto que no me pasaba, que ya no podía registrar el sentimiento.

Mis hijos jugaban entre ellos y no me necesitaban, la casa estaba en orden, ya había leído blogs y libros... básica e insólitamente, no tenía nada para hacer.

Pero más allá de ese momento, que no fue tan grave tampoco, cómo me gusta mi yo de vacaciones. Manejo, y camino, más lento, tengo segundos de sobra para todas esas pavadas que no me doy cuenta de hacer durante el año, como jugar a cambiar el estilo de caminata cuando vamos a algún lado, o contestar las 150 preguntas por minuto de mis hijos, con detalles y repreguntas disparadoras.

La semana pasada fuimos con Vito a pagar un multa. $1200 por mal estacionamiento. Yo creo que si me pasaba en mayo, desataba un día de furia, y una semana de malhumor. Pero me pasó en enero, distanciada de otras preocupaciones, relajada y con tiempo, y pude actuar en consecuencia. Pagué la multa en los 3 pasos que indica la burocracia, no perdí la paciencia, dejé que Vito apretara los botones del ascensor todas las veces, aunque tardara un poquito más que yo, y, ya que estábamos afuera de casa, llamé a mi hermana para ir a ver a mi sobrino un ratito. Estoy bastante segura de que mi yo del año lectivo no hubiera actuado así, ni cerca. Ahora el tema es ver como importar este yo-de-vacaciones al resto del año... por mi bien, y el de todos los que me rodean.

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